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«Las plumas de la calumnia: Una lección política y ética»

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En un contexto político cargado de tensiones y acusaciones, el gobernador Gustavo Sáenz decidió abordar la situación con una reflexión que va más allá de la coyuntura: recurrió a un antiguo cuento que nos recuerda el poder destructivo de las palabras y las consecuencias de la calumnia. En un video dirigido a los salteños, el mandatario provincial no solo se defendió de los ataques y las críticas sin fundamento, sino que intentó dejar una enseñanza profunda sobre la responsabilidad que conlleva emitir juicios sin base en la verdad.

Sáenz relató la historia de un hombre que, arrepentido por haber lanzado una mentira sobre su amigo, buscó la manera de enmendar su error. Acudió a un sabio, quien le indicó que debía llenar una bolsa de plumas y esparcirlas por todo el pueblo. Pensando que esta acción corregiría el daño, el hombre lo hizo y regresó satisfecho. Pero entonces el sabio le planteó la verdadera tarea: “Ahora ve y recoge cada una de esas plumas, y vuélvelas a poner en la bolsa”.

Con tristeza y resignación, el hombre entendió la lección: una vez que las plumas fueron esparcidas por el viento, se habían dispersado a lugares lejanos e inalcanzables, imposibles de recuperar. “Así es la calumnia”, explicó el sabio. “Cuando uno lanza una mentira, es imposible repararla por completo”. A través de esta sencilla pero potente metáfora, Gustavo Sáenz ilustró cómo las críticas infundadas y las mentiras pueden causar un daño irreversible no solo a una persona, sino también a su entorno y a la percepción pública en general.

La reflexión del gobernador va más allá de su situación personal y adquiere una relevancia que toca a toda la sociedad. En tiempos en los que la calumnia y la desinformación se han convertido en herramientas habituales del juego político, la historia de las plumas nos obliga a pensar en cómo las palabras, lanzadas sin escrúpulos, pueden arruinar carreras, reputaciones e incluso vidas. ¿Qué queda después de que el viento se lleva las mentiras por cada rincón de la opinión pública? ¿Cómo se reconstruye la confianza que se ha perdido?

El relato de Sáenz es una invitación a reflexionar sobre el impacto de la palabra en la era digital. Hoy en día, las plataformas de comunicación se han convertido en vehículos potentes de verdad y de falsedad por igual. Una acusación sin pruebas, una crítica desmedida o un simple comentario malintencionado pueden difundirse en cuestión de segundos, acumulando cientos de reacciones y generando un juicio mediático que, aun cuando sea revertido más tarde, nunca se borra del todo. El daño, como las plumas del cuento, sigue esparcido en la memoria colectiva.

Pero la reflexión del gobernador también implica un llamado a la responsabilidad individual y colectiva. En un contexto de polarización creciente, donde la competencia política se vuelve más un campo de batalla que un espacio de debate, resulta fácil recurrir a la difamación como arma. Sin embargo, quienes usan la calumnia como herramienta no solo dañan a su objetivo, sino que terminan minando la credibilidad del sistema democrático en su conjunto. La política basada en el escándalo y en la destrucción del adversario es un terreno fértil para el desencanto y la apatía social.

La verdadera enseñanza de este cuento es la necesidad de construir desde la verdad y la transparencia. En lugar de centrarse en el ataque y la descalificación, la política debe recuperar el espacio del diálogo y la confrontación de ideas con respeto. Las campañas de calumnias no solo desvían la atención de los problemas reales, sino que polarizan a la sociedad, dejando heridas profundas que son difíciles de sanar.

Las palabras tienen un peso que muchos subestiman. Como bien reflejó Sáenz con su relato, una vez que se pronuncia una mentira, es imposible hacerla desaparecer por completo. Y en la arena política, donde cada declaración tiene el poder de impactar a miles de personas, la responsabilidad de los líderes es aún mayor. Deben ser conscientes de que lo que dicen no se lo lleva el viento; por el contrario, cada palabra cuenta, y cada calumnia deja una marca indeleble.

En definitiva, la reflexión del gobernador Gustavo Sáenz no es solo un llamado a quienes hoy lo atacan con mentiras y calumnias, sino un recordatorio para todos nosotros. Las plumas de la calumnia pueden parecer inofensivas cuando las lanzamos al aire, pero su dispersión es incontrolable y su impacto, devastador. Para aquellos que quieren construir un futuro mejor para Salta y para el país, la lección está clara: necesitamos menos viento de mentiras y más voces que hablen con la verdad y la integridad como guía.


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