Ayer se registraron 1226 contagios, en una curva ascendente que para algunos ni siquiera constituye el pico de COVID-19 que puede darse en el país. El presidente Alberto Fernández ya había llamado la atención sobre esto, señalando que se debería estar en Fase 1. La advertencia que fue dirigida a la Ciudad de Buenos Aires no pasó inadvertida y ayudó a ilustrar el peligro en la zona más densamente poblada de todo el territorio nacional.
Mientras el 85% de Argentina ya se encuentra en una fase de “nueva normalidad”, y va retomando progresivamente sus actividades, en esa zona del país, los casos van en escalada con una circulación comunitaria que no se concentra sólo en las villas.
“No hay ningún decreto firmado que diga que volvemos a fase 1, lo que creo que el Presidente hizo es advertir sobre el riesgo de los excesos. Necesitamos que la gente no tire por la borda el enorme esfuerzo que hemos hecho todos, con complicaciones psicológicas, económicas, de no poder ver a la familia, pero todo se hizo para evitar una catástrofe”, afirmó Pedro Cahn, uno de los infectólogos asesores del Gobierno, en diálogo con TN. El médico señaló que se puede hacer actividad física, “pero no de la manera en la que se hizo el otro día, porque genera una situación de riesgo”, y advirtió que las consecuencias se verán dentro de 7 a 10 días.
Tomás Orduna, otro de los infectólogos que asesora al Presidente, explicó que se espera que el pico sea una colina, “y no un pico de tipo Aconcagua”, afirmó en El Destape Radio, pero al mismo tiempo, dijo que es probable una segunda ola de contagios en Europa y Estados Unidos para noviembre o diciembre, cuando regrese el frío en esas latitudes. “Va a hacer falta tener un tiempo de libertad cuando pase esta ola, para que después, si vuelve otra ola, podamos resistir el aislamiento”, argumentó.